10 de diciembre de 2012

Lo que ya fue



Para ti, porque tu amistad fue amor a primera vista.

   No es que piense mucho en lo que fue. De cuando en cuando me encuentro perdida en ese mundo paralelo, ese mundo que no viviré porque sencillamente mis pasos han ido tomando un rumbo marcado por otras experiencias, otras indicaciones, otros letreros luminosos…

   Las huellas que he dejado no pueden borrarse y tampoco volveré sobre ellas para cambiar el trayecto de mi camino, no porque no pueda, sino porque sería demasiado complicado: una maraña de pisadas en una playa que ya he recorrido y que solo me causaría confusión.


            ¿Cómo virar el rumbo que me he impuesto casi de manera arbitraria? ¿Cómo ser A si siempre he sido B? Los cambios que se sufren interiormente se reflejan siempre –para bien o para mal- en el exterior, pero nunca al revés. Podría engañarme y empezar a actuar de una manera extraña –no por resultar rara sino por no ser MI manera habitual de actuar- pero solo estaría sonriendo frente a un espejo que ya no refleja mi imagen sino un engaño maquillado. Sería como añadirle a unas gafas un filtro azul para poder ver verde el sol. Si nadie, ni siquiera yo, me quita las gafas, viviría feliz, con una realidad creada y creída por mí.

          Pero no estamos solos y lo sé. Cuando menos me lo espere las gafas caerán y volveré a ver la realidad con el color que siempre ha tenido, una realidad sin filtros. Y aunque sea consciente de que siempre había sido así, estaré tan acostumbrada a mi mundo verde que todo perderá sentido. Y es entonces cuando las lágrimas de la lucidez me resbalarán por los pómulos y descenderán hasta rasparme el cuello con su dolor líquido, y miraré a mi alrededor buscando otros asideros que me proporcionen esa seguridad que ya no es verde pero que tanto necesito.

        Yo siempre te he deseado lo mejor: un mundo que supiera entender tus peculiaridades y que te regalara ese amor blanco que tú más que nadie necesitas. Un mundo sin complicaciones, con soluciones sencillas, un mundo lleno de ecuaciones de una sola incógnita. Te repito que siempre te he deseado lo mejor, aun cuando te dejé a un lado y no tuviste más remedio que sacarme de ese mundo que habías construido para los dos. 
     
            No sabría qué decirte si te encontrara un día de frente. No sabría si saludarte o no. Aunque es cierto que siempre he pensado que quien sale jodido –o más jodido- de una relación tiene el poder de decidir cómo se actúa en ese tipo de situaciones, así que no sería yo la que tomara la iniciativa: es toda tuya. Y créeme que no sé muy bien por qué, después de este tiempo, estoy dando vueltas por esa playa que ya no sólo tiene huellas de ida sino que en ella pueden leerse también tímidas huellas que decidieron retroceder sólo para poder comprenderlo todo un poco mejor, para no caer en la tristeza de lo que ya fue, para saber que sus compañeras –las huellas de la ida- se sienten orgullosas de estar marcando el camino que marcan y no otro. Y ahora estoy feliz, porque cuando tuve que regresar para reafirmar el camino tomado, sólo vi aciertos. Todas mis huellas habían superado el examen con sobresaliente y no pude parar de sonreir durante días, días que fueron semanas y semanas que fueron meses.

          Y de verdad que no sé muy bien el porqué de todo esto… es solo que ayer, al desearte un feliz cumpleaños, mis dedos teclearon “muchas facilidades” en lugar de “muchas felicidades” y al darme cuenta del error no hice nada por subsanarlo. Pensé que –en definitiva- así estaba bien.