21 de octubre de 2012

La Suerte del Principiante

Después de unas cuantas propuestas decentes había optado por el . No sabía exactamente por qué pero allí estaba esperando y es que el sonaba bien.

Un principiante tiene ese rasgo de ingenuidad que lo hace especial. No tiene miedo al fracaso porque no ha probado su sabor; Él acaba de empezar. Puede salirle bien la jugada o, por el contrario, acabar derrotado y sin fuerzas -ni ganas- de seguir jugando. La suerte del principiante radica en su condición de inexperto, de ignorante, de confiado.

¿Habría tomado una decisión acertada? Poco importaba una vez dentro de la boca del lobo, aunque como principiante ejemplar aquella boca le parecía más bien una inofensiva cueva inexplorada.

Su memoria se remontaba a una conversación de esas que se escuchan sin querer. Sin querer, quizás, no es el término más adecuado... Nadie le aplicó la misma terapia que a Alex en La Naranja Mecánica. Siempre me dio pena que lo único aceptable de su conducta (su amor por la música de Beethoven) se viera truncado también por la terapia a la que fue sometido. En fin... digamos que fue una escucha no premeditada.

Era una tarde otoñal, de ésas en las que hay que abrigarse pero en las que todavía se puede disfrutar de un café en la terraza de un bar. Miraba el pasar de la gente, no hacía nada en especial. Sentada disfrutaba del café con leche que el camarero le había tenido que cambiar a una taza (porque no le entraba en la cabeza eso de tomar el café en vaso). Es comprensible. Volvamos a la charla que sus vecinas de mesa se traían entre manos. La chica del carraspeo era la emisora. La chica que asentía era inevitablemente la receptora. Se veía que la conversación -el monólogo- iba para largo.

- Ya sabes que yo soy bastante insegura, no pude tomar ninguna decisión. De verdad que me gustaría haberlo hecho pero no pude. Es que no me veo. No tengo capacidad para tomar la iniciativa, me falta el valor. Soy así, qué le voy a hacer...

Mis sentidos captaban la voz de la chica que se definía como "insegura" pero no su cara ya que se encontraba de espaldas a mí. La otra chica -que he de decir tenía un perfil un tanto grotesco- la miraba compasivamente. Si yo fuera considerada modelo de comportamiento reconocido internacionalmente por alguna universidad prestigiosa del mundo en el que vivimos, impondría el "meterse donde no te llaman" como conducta aceptada, aprobada e incluso obligatoria por cuestiones de salud mental (porque no sabéis lo malo que es tener que acarrear con las conversaciones, dilemas e interrogaciones ajenas que la gente va soltando impúdicamente a nuestro alrededor sin percatarse de que nos están poniendo en bandeja el meter las narices en sus cosas con una facilidad pasmosa). A mí me cuesta quedarme al margen de las cosas que me rodean. No sé por qué, pero me siento casi siempre parte integrante de todo lo que percibo a través de mis sentidos y no me ha ido tan mal. Al menos no por ahora.

Yo quería levantarme con mi tacita de café entre las manos y sentarme con mis dos posibles futuras amigas para poder ser la tercera en discordia. Como en los bares de intercambio de parejas donde cada cierto tiempo tienes que cambiar de mesa e interactuar con una persona nueva. Fascinante.

Sin embargo, entrecerré los ojos como hacen los que quieren parecer interesantes (dejemos a un lado a los miopes porque en ellos es gesto innato) y pensé en la cantidad de posibilidades que se nos brindan y que no tenemos ni siquiera en cuenta. ¿Me levanto y le digo a la chica que está perdiendo su tiempo autocompadeciéndose de su falta de valor y que me da rabia que no tenga un ápice de amor por la vida? Sería algo así como un gran sermón en modo cinematográfico. Como el que le suelta Robin Williams a Matt Damon en "El indomable Will Hunting" cuando están sentados en el parque en mitad de una de las sesiones terapéuticas. Es magnífico cómo una persona con más experiencia vital que tú puede demolerte en cuestión de minutos tan solo con palabras, y cómo esa misma persona te hace dar los pasos que te faltaban para llegar a ese punto que veías tan lejano.

Cuando aceptamos nuestras debilidades es cuando empezamos a adquirir la fortaleza necesaria para poder transformarlas en algo. Algo bueno. Algo grande. Algo que nos hará mirar atrás algún día diciendo: "Yo hice eso". Y acompañarlo de una sonrisa llena de orgullo y paz. Porque cuando se asumen riesgos y se pega el gran -o el pequeño- salto es cuando estamos poniendo las notas en el pentagrama de nuestra vida. La melodía podrá ser más o menos bonita pero es la tuya. Son tus figuras musicales, tus notas, tus silencios, tus claves... Y por eso te definen; porque han sido creadas por ti.

La chica del carraspeo hablaba de declarar sus sentimientos, básicamente. Contaba no sé qué de su historia con no sé cúal. Lo difícil que era todo porque no sabía cómo actuar, qué decir. qué pensar. cómo tratarlo... Yo creo que el amor tiene mucho de instinto y muy poco de lógica. Es aquel lema de "hacer lo que te dicta el corazón" (¡ja!). La cruda realidad es que la gente tiene miedo de seguir sus instintos; ya sea por tradiciones, miedos, pautas sociales... Sea por lo que sea cuando algo implica riesgo la excusa está servida: - Yo soy así, qué le voy a hacer- decía ella.Y claro, cuando no se sabe lo que es mirar a otro directo a los ojos, sentir cómo se te cierra la garganta, notarte las palmas de las manos frías y sudadas... Cuando no se sabe el efecto que provoca en nuestro cuerpo ese momento en el que parece que todo va a estallar y sientes que eres tan insignificante y diminuto... está claro, ¿no?

Por el contrario, cuando no somos ingenuos, cuando nos sabemos dentro de la boca del lobo, cuando no hacemos nada "sin querer", cuando conocemos la diferencia entre una blanca y una corchea... en ese momento, en ese cuando hemos dejado de ser principiantes para siempre.

Me levanté y al pasar por la mesa donde las dos chicas seguían mareando palabras susurré: -Suerte. Y me alejé pensando que ya no era ésa la cuestión. Ahora la suerte se la tendría que colar ella sola en su pentagrama. Sólo era cuestión de tiempo.