17 de agosto de 2014

Ya no te quiero. Non ti amo più. I don't love you anymore.

Hay frases difíciles de decir y aún más difíciles de escuchar. Da igual en el idioma en el que se digan. El dolor es el mismo. Pero lo que más duele es que una persona no tenga la valentía y el respeto suficiente por su pareja como para decirla. Cuando "eso" se calla para "evitar" el dolor, sembramos campos yermos de indiferencia que solo se van llevando nuestra vida. En el amor, como en todo en esta vida, hay que ser VALIENTE.

No voy a decir nada del otro mundo. Es una pena, ¿verdad? Dicen que no hay mayor sordo que el que no quiere oir y yo añadiría que no hay mayor traidor que el que, engañándose a sí mismo, arrastra a los demás a su propio engaño. Hoy hablo de ellos: de él y de ella, y de cuando, en el nido que se comparte, deja de tener significado la palabra amor; de cuando la palabra amor no será nunca más el antídoto para acabar con el veneno que nos corre por la venas.

Podemos conocer a otra persona de los pies a la cabeza, saber cómo despierta, lo que le gusta, lo que no, cómo huele, cómo toma el café... Construir una vida junto a otra persona no es más que hacerle un hueco en tu sofá, dejar que te coja de la mano y compartir el mismo plato.

Llega un momento en el que esa persona pasa a ser nuestro buenos días, nuesto buenas noches, el te quiero más reiterado y el anillo en el dedo anular. Lo que antes era una cabaña ahora es una casa con jardín.

"De un día para otro ha cambiado. Ahora es diferente. Antes no era así".

¿Cuántas veces hemos oído estas frases? No se nos pasa ni remotamente por la cabeza que quizás somos nosotros los que hemos cambiado, que ahora somos diferentes, que antes no éramos así. O a lo mejor ni eso, posiblemente ha sido un poco de aquí y otro poco de allá. Sea como fuere, las cosas ya no son como solían ser. Y, he aquí que sale a relucir la peor parte de nosotros. A nadie le gusta perder. La sensación de "tirar por la borda" todo lo que se ha construido es como lanzarse al abismo. El fin del mundo. Y claro, se empiezan a usar las mismas tácticas que se emplean con una flor marchita: la escondemos detrás de otras plantas más bellas, ésas que aún siguen floreciendo... Y es que es una pena tirar una flor que antes fue hermosa a la basura con el resto de los desperdicios, no son cosas que se puedan mezclar, ¿no? Mucho mejor hacer como si nada. 

Nos hundimos más y más en una vida sin sentido, buscamos mil cosas para matar el tiempo (qué tristeza matar lo único que ya de por sí va muriendo poco a poco). Vamos caminando sin rumbo, nos adentramos en un destino indeseado. Los ojos vacíos, las manos llenas de soledad y un corazón que late por la costumbre de hacerlo.

Realmente no creo que una persona que se encuentre en una situación semejante desee seguir en ese agujero, ni siquiera creo que no salga de ahí por una cuestión de dejadez o pereza. Supongo que esperan que algo cambie; que un milagro llegue o que el genio de la lámpara se les aparezca para arreglar todo y les devuelva lo que han perdido. 

Como siempre no sólo hay un punto de vista. Hablamos de él y de ella. Tenemos a la persona que sufre porque no sabe lo que pasa, y a otra persona que sufre porque lo sabe demasiado bien. Es ésta segunda la que tiene o tendría que poner las cartas sobre la mesa. Es ésta la que necesita ser valiente. Si deja pasar el tiempo y no se deja invadir por este coraje, poco a poco dejará todo en manos de la otra persona.

Yo pienso que en todo hay que dar el máximo, hay que ser grandes sin tener una finalidad precisa. Grandes y punto. En el amor no puedes ir reduciendo marchas, te arriesgas a que el motor se pare y estando parado mucho tiempo será inútil intentar arrancarlo de nuevo.

"Ya no te quiero", "Non ti amo più", "I don't love you anymore"... Mejor escucharlo a tiempo y comenzar a superar el final, que notar como cada día sientes que ya no te quieren. Ya no hay sitio para ti en su sofá, no hay una mano que sujetar, no hay un plato que compartir. No hay derecho a que tenga que ser la otra persona la que diga basta; que sea la otra persona la que tenga que abrirle los ojos a la que de amor ya no tiene más; se ha quedado "sin", pero prefiere seguir fingiendo, aparentando que todo va bien y escudarse en un sinfín de excusas absurdas, ocasionando un dolor mucho más profundo, porque ya no se trata de haber dejado de querer al otro, sino de una falta de respeto abrumadora y de un egoísmo sin igual.

Y, digo yo, ¿qué parte me he perdido que no puedo concebir el amor y el egoísmo en la misma frase? Ya no te quiere, non ti ama più, she doesn't love you anymore... Lo sabéis ambos, que mueva ficha el que entienda un poco mejor la palabra VALOR. 

14 de junio de 2014

Te dije que te la contaría...

Y querías saberla. Me preguntaste cuál era ese momento, ese que no se cuenta a nadie, esa experiencia que casi siempre muere dentro de nosotros, oculta tras nuestra sonrisa cuando estamos a solas. Esa que no se comparte con el resto porque es demasiado difícil de explicar, demasiado complicada de resumir, demasiado compleja para ponerla en palabras. 

Te dije que te la contaría. Te hablaría de los momentos de locura cuando no pasaba el tiempo. De los pensamientos que giraban como lo hace una noria que no se para nunca. De cuando las dudas y el desconsuelo me acariciaban por la noche. De las veces que me miraba en el espejo imaginando cómo salir de allí, como si mi reflejo fuera a darme algún consejo. Del desgaste inevitable por convecerme de que aquello no era verdad, que era sólo un engaño, un timo de la vida. De las llamadas a deshora y la melancolía injustificada. De los latidos descompasados de mi corazón, que seguía el ritmo de un baile que nadie le había enseñado a bailar. 

Te dije que te la contaría. Te hablaría del deseo de vivir más vidas al mismo tiempo. De las ganas de quemar todas las teorías estipuladas por gente que no lo ha vivido y aun así lo cuenta. De un cristal que iba resquebrajándose hasta que estalló en mil pedazos. De las palabras que me quemaban el cerebro porque no podía decirlas. De saber que la vida es una, pero creerme inmortal al mismo tiempo. De las conversaciones donde lo que no se decía era lo más interesante de todo. De la batalla que libraba cada día para esquivar los recuerdos. Del vacío que me asfixiaba porque todo podría ser diferente. Del por qué sin respuesta y de las respuestas preparadas de la mano de la cobardía.

Lo sé. Te dije que te la contaría. Te dije que te hablaría de la historia de amor más bella de mi vida.

26 de abril de 2014

ACERCA DEL AMOR



Y quizás el amor sea así.

Hemos decidido que el torrente de emociones y felicidad inconmensurable al estar al lado de esa persona es la idea neta del amor. Hemos pensado que el corazón debe latir a un ritmo capaz de nublarnos la vista. Hemos establecido reglas que ninguno ha demostrado porque es inútil materializar lo que no lo es. Se establecen tantas creencias al respecto que el amor se ríe insensatamente de nosotros.


La mirada ardiente, la imaginación que vuela, el nerviosismo que nos descompone, los ojos que brillan y se pierden en el vacío... Eso pasa; A veces. Cada uno vive el amor a su manera. Después de unos años el amor se cambia de ropa. Se vuelve más clásico, en ocasiones es arriesgado, llamativo, discreto, elegante, impúdico... y a veces pasa hasta desapercibido.


Crece a nuestro lado y va llevándose todos los golpes, felicitaciones, besos y patadas. Por momentos se va de viaje -cansado- y en otros está al pie del cañón. Desaparece sin tan siquiera despedirse -altivo y maleducado- y nos deja indefensos frente al miedo del adiós. Lo vemos asomarse desde la esquina y le sonreímos para que no se aleje demasiado y se nos pega como una lapa y no nos quiere soltar de la mano.


Y, como sucede cuando se nos prohibe algo, las ganas de mirar hacia atrás son inmensas. Pensamos en el ayer, en el origen y no conseguimos nada. Somos tristes y melancólicas estatuas de sal que desean algo que ya no es. Es la respuesta que no queremos oír, la pregunta que no deberíamos hacer. Es saber cómo va a terminar la frase, el jersey que escogería o el perfume que ya no usa. Es un lento caminar hacia el callejón donde, aun estando tan perdidos, podemos resurgir de nuevo. Luego pasa, respiras de nuevo, asimilas la belleza -esa que antes te cegaba y que luego se volvió invisible de tan evidente y cotidiana-, todo gira a su alrededor y fluye con naturalidad.


Estar sin. A veces se piensa. Sin. Sin tantas cosas. Para vivir se necesita nada: justo eso. La vida sigue. Las cosas surgen, acaban, se transforman, se deshacen, se mejoran, se pierden. Hoy te encuentras mal, mañana te sientes atrapado, ahora estás bien de nuevo, estás aliviado, te sientes feliz. Pero la vida sigue siempre como base y razón de todo.


Aún no he aprendido mucho acerca del amor. Es cierto. Y es que tampoco he aprendido mucho acerca de mí misma. Aunque, pensándolo bien, puede ser que el amor sea así. Justo así.

13 de marzo de 2014

Te concedo un minuto



Te concedo un minuto.
Un minuto para resumir tu deseo, 
para dibujar con palabras lo que quieres de mí.

Te concedo solo un minuto.
Un minuto para que puedas desparramar tu alma y hacer resbalar tu emoción.

Un minuto, no es mucho, lo sé. Pero en este tic tac del reloj 
te permito quitarme las cuerdas que me atan a la incredulidad.
Te dejo que me digas que puedo dejarme llevar, 
que puedo dejar que el amor me sature y me invada.

En cambio, vida mía, si no puedes dibujar tus sentimientos, 
ni desparramar tu alma, ni liberarme de la incredulidad...
Si no puedes saturarme de amor, entonces nada... 
Me veré obligada a concederte toda mi vida para que algún día,
en cualquier momento, tengas un minuto para mí.

6 de febrero de 2014

EL DESENFOQUE DE TU AUSENCIA


No siento nada: ni hambre, ni sed, ni sueño. No sé qué hora es ni en qué día estoy. A mi alrededor todo fluye como fluyen las olas del mar empujadas por la mano de nadie. Todo gira como giran las veletas cansadas de estar siempre en el mismo lugar, sintiendo el mismo viento que pasa de largo y que regresa de nuevo convertido en una réplica de sí mismo, pero más frío, mucho más frío.


Solo respiro; respiro con la certeza de estar haciéndolo, esforzándome por capturar todo el aire que me rodea, concentrándome para dejarlo salir despacio, vaciando mi cuerpo y despejando mi alma. 

El corazón late, late fuerte, lo siento en el estómago, vacío de alimento y preocupaciones. Me cuesta definir lo que me pasa por la mente porque pasa demasiado deprisa como para poder atraparlo y enjaularlo en algún rincón de mi memoria para después poder expresarlo con pinceladas de pasión.

No necesito absolutamente nada. Podría quedarme así por un tiempo eterno, un tiempo que destrozase las manillas del reloj y las clavase en cualquier ángulo olvidado del universo. Pero entonces viene, llega sin avisar, es una claridad que me ciega por unos segundos para devolverme a la oscuridad de los días de sol. Es en esos momentos cuando -créeme- todo lo que no sentía, no veía y no padecía se abalanza sobre mí rompiéndome los huesos más blandos del corazón. Me aplasta los sentidos y, bañada en melaconlía, percibo nítidamente el desenfoque de tu ausencia.