28 de enero de 2016

CAER... Y YA.

Noté como me miraban todos y no me importó. Sabía lo que andaba buscando y de allí no pensaba moverme. Me recordó al primer día de clase en el instituto nuevo. Las personas buscan su sitio en lugares donde a veces no hay sitio para ellos. Aún así, si no encuentras tu sitio, estás fuera: fuera del grupo, fuera de la diversión, fuera de juego.

CAER

A mí el sitio nunca me había importado demasiado, me bastaba con encontrar el tiempo. Aquello tenía que hacerlo rápido y no había parámetros espaciales sino temporales. Mi tiempo era lo más importante y tenía que cruzar como fuera. Daba igual si otros lo habían intentado antes que yo y habían fracasado. Los otros también habían encontrado su sitio y yo no, ¿verdad? Además que las comparaciones son odiosas, como decía mi profesora de filosofía.
 
Lo sentía solo por las personas que me miraban, qué aburrimiento. Bueno, no lo sentía, me daban igual. Era como tener una mampara enorme que me separaba del mundo exterior (que por cierto no me gustaba un pelo). A mi izquierda había una niña rubita de unos 3 años que agarraba la mano a un hombre alto, de pelo cano y miraba penetrante. Parecía como si me estuviera atravesando y viera todo lo que pensaba de él, de ellos, del mundo. 

Si cruzo todos dirán que he hecho trampas. No se valoraría mi valor pero yo no lo hacía para convertirme en ninguna leyenda sino para alejarme definitivamente de allí. Miré al frente y me precipité al vacío. Nunca habría pensado que la sensación de caer fuera tan liberadora y reconfortante. Caer sin más, sin redes, sin paracaídas, sin ganas de vivir. Caer… y ya.

Kris con K.