5 de agosto de 2013

Tan callando

La sensación que le invadía en esa etapa de su vida estaba ya escrita en una canción que decía: "Y encuentro mil lugares donde irme pero ningún lugar donde quedarme". Viéndolo con el filtro positivo sabía que era un aprendizaje sin escudo, sin protecciones ni barreras. Pero los filtros son sumamente frágiles y en cualquier tropiezo te encuentras con otra realidad llena de obstáculos, miedos e imposibilidades. ¿El vaso medio lleno o medio vacío?, ¿la luz al final del túnel? Él no quería eso. No entendía por qué tenía que decidir. Él quería el vaso lleno y una carretera sin túneles. No era tanto pedir.

El tema recurrente en su cabeza era la falta de esperanza. No saber porqué se escogió el camino que giraba su rumbo hacia la izquierda y se despreció el que tomaba la curva hacia la derecha. Lo había hablado a veces con los demás: -¿Para qué todo esto?, ¿qué más hace falta?- preguntó en un momento de desesperación. -Fíjate un objetivo. Todos tenemos una meta, encuéntrala y ve hacia ella- le respondió uno. En otro momento de oscuridad buscó también respuestas en los que más saben porque más vivieron: -¿Qué harías tú?- preguntó. - Haz una lista de luces y sombras. Recuerda que en la zona de sombras están las limitaciones, miedos que te impiden moverte hacia esa opción; ahí te puedes explayar- le respondió otra.

En los momentos de decisiones importantes, decisiones que pueden marcar un cambio que se quede con nosotros como una honda cicatriz que no se va a borrar por mucho que pase el tiempo, hay que tomar aire, hay que pararse -él nunca se paraba- y si hay que hacer una lista de pros y contras se hace. Pero también suele pasar una cosa. Esta lista, la que nos va a hacer ver todo mucho más claro, ya está hecha. En lo más profundo de nosotros sabemos. Lo sabemos. Nos hacemos los tontos porque es parte del trato que tenemos con nosotros mismos. Es -por así decirlo- un gesto de protección que tenemos para con nosotros.

No hizo ninguna lista. Las luces eran evidentes y las sombras le tenían tan eclipsado que podía enumerarlas de una en una. La única solución la tenía el tiempo, que pasa como pasa la vida: "tan callando". Y el tiempo es un tramposo que hace lo que quiere. Se dilata o se contrae a su antojo, sin piedad ni pudor, ni siquiera repara en los daños que puede ocasionar en las ilusiones de los que están dentro de su manto. El tiempo fue el que hizo eterno el dolor de la pérdida, el tiempo hizo volar sus mejores momentos, el tiempo se apoderó de sus años y de sus ilusiones. El tiempo le hizo infinita la distancia. El tiempo parecía no estar de su parte.

Al final, cuando todo el terremoto de emociones cesó, cuando la avalancha de dudas decidió frenar y la tormenta de miedos dio paso al sol llegó al final de su camino. Allí, junto a unos arbustos, encontró una nota en el suelo que decía: "Ya has llegado. Ahora respira tranquilo. Ahora hay calma y sosiego. Ahora puedes encontrar todas las respuestas porque es ahora cuando las tienes al descubierto, como cartas volteadas en una partida de Póquer. Un problema de dos ecuaciones no tiene solución si te presentan una sola. No es que el tiempo no estuviera de tu parte, eras tú el que no estabas de parte del tiempo". Él sonrió con sus ojos llenos de vasos llenos y carreteras despejadas. Pensó en ella y supo que por fin había aprendido a volar.