25 de enero de 2015

Esperando al viernes

"Durante cuarenta años me he aburrido. Durante cuarenta años miré la vida a la manera del pobrecillo que pega la nariz a los cristales del escaparate de una pastelería mientras mira cómo los otros se comen los pasteles. Ahora sé que los pasteles son para aquellas personas que se preocupan de cogerlos". Georges Simeon, El hombre que miraba pasar los trenes.
Expectativas. Siempre acaba volviendo ese momento en el que te encaras a lo que esperabas. A lo que suponías que tendría que llegar, a lo que imaginabas que debería llegar. Y luego, el golpe de efecto, la decepción, el punto de giro que no habías tenido en cuenta y la pregunta: "-Pero, ¿qué esperabas? -No sé, pensaba que habría algo más".

Mil veces: "la culpa es mía por esperar algo, no tenemos que esperar, tenemos que aceptar que venga lo que sea. Esperar hará que alguien o algo acabe decepcionándonos." No es que no esté de acuerdo: tú eres el conductor de cómo quieres estar. Nadie... Sólo tú decides cuánto pueden calar los comentarios y las miradas de los demás dentro de ti. La teoría, así vista, no tiene fisuras. Ahora pongámonos a la práctica. El ser humano, o al menos la poquita parte que conozco, está rodeado de teorías, proyectos, imposiciones, responsabilidades, comportamientos, deseos, objetivos... y sobre todo EXPECTATIVAS. Es inevitable no albergar ningún sentimiento en tu interior hacia lo que, aunque no queramos, nos afecta. Es como el efecto mariposa, ¿no? La elección de una sola persona va desencadenando una serie de efectos que no sabemos cuándo o cómo nos explotará en la cara antes o después. Ese pequeño aleteo de una mariposa, un aleteo tan dulce y liviano como implacable es lo que ocasiona. 

Es un tema trilladísimo, pero, ¿cómo no lo va a ser? El lunes es el día más odiado por la mayor parte de la población mundial. Pero luego llega el martes y falta menos. El miércoles es mitad de semana y el jueves ampliamos la sonrisa porque mañana es viernes. ¿No estáis cansados? 

Es así siempre: cuando tenga coche, cuando tenga novio, cuando acabe la carrera, cuando tenga trabajo, cuando me den ese ascenso, cuando vaya a casa por vacaciones, cuando tenga un niño... Y poco a poco, como dice la canción, "pasa la vida". Esperando cosas, esperando ser algo más, esperando encontrar... esperando ser felices (¡!).

Y realmente creo en esta filosofía. Dejemos de ser una extensión del calendario. Dejemos de estar amarrados al tic tac del reloj. La vida, o mejor dicho, el sistema que alguien no muy lúcido inventó y que seguimos heredando, trae normas, horarios y rutina. No digo que destruyamos eso (ojalá) sino que todas y cada una de las cosas que tenemos en el día a día, las personas con las que compartimos, las calles que recorremos y las muchas horas que estamos delante de un ordenador (por trabajo o por ocio) sean pequeñas gotas que no colmen nuestro vaso de tedio y desazón, sino que lo rebose de pasión, ganas y aprendizajes. 

Que las expectativas nos impulsen sin empujarnos, que nuestras caras no delaten que es lunes, que esperemos y nos decepcionemos tantas veces como queramos, pero, por favor, dejemos de una vez por todas de esperar al viernes.