20 de enero de 2012

Marineros, ¡a la vida!


William George Ward, escritor inglés del S. XIX, es autor de una frase que me gusta particularmente. Cuando abro mi navegador, se carga una página web determinada. Es una página de proverbios. Cada vez que lo abro me ofrece una cita célebre, un proverbio anónimo, una frase que alguien con notoriedad dijo en un tiempo más lejano que cercano. 

Pues bien, este universo que se abre ante mí día a día no deja de sorprenderme. Después de unos días de sonrisa apagada y miradas perdidas me topé con una frase. Las palabras mueven el ánimo y te regulan los circuitos - y cortocircuitos - del cerebro. No hay nada como un golpe de efecto, y esta frase para mí fue precisamente eso: una patada en el estómago; y creedme que falta me hacía. Pues bien, la leí rápidamente con intención de clicar en el icono que dirigía a otra página: 


"El pesimista se queja del viento; el optimista espera que cambie; el realista ajusta las velas."



La rápida intención de huir tras la lectura de la frase se diluye dando paso a un ensimismamiento frente a la misma. "Estúpida" - me digo a mí misma. Lo de dirigirse improperios a uno mismo funciona de vez en cuando. Yo creo que cada mañana tendríamos que mirarnos al espejo, y observando nuestra imagen, porque sólo es eso: una imagen, sonreir. Sonreirnos cariñosamente; por probar, como símbolo de confianza con uno mismo. 


Tenemos que saber estar más y mejor con nosotros, piensa que somos lo único que tenemos inexorablemente. Nosotros vamos a estar con nosotros toda la vida, cada minuto, cada momento; Vamos a disfrutar, a sufrir, a avanzar con nosotros... y si no nos conocemos creo que podemos acabar en una crisis de las gordas. Propondría como algo obligatorio el pasar a solas un día entero a la semana. Un día para nosotros con nosotros. Sería divertidísimo. Creo que a muchos se les quitarían las tonterías de la cabeza. Sé egoista en su justa medida. Como dice alguien que no deja de crecer día a día: tú tienes que llevar tu propia mochila, la de los demás que la carguen ellos. No tenemos que creernos superhéroes como para ir solucionándole la vida a los demás; creo que con la tuya tienes para largo. Y recuerda lo que yo no suelo hacer: hay que quererse. ¡Que te quieras! Y punto.

Cogí el teléfono, que ahora sirve para todo y si eso pues también para llamar, y escribí la frase. Soy una peliculera; cuando estoy hablando con alguna amiga de lo que sea me gusta hacer referencia a estas enseñanzas, estas frases iluminadoras; porque me ayudan a matizar, a profundizar en la idea que quiero transmitir. Me gusta decir que soy comunicóloga porque además no es sólo un título frío en un diploma de universidad, es que me encanta comunicar, y comunicar bien.

El viento molesta. De hecho hay días que parece un maldito vendaval. Otras veces lo sentimos como ligera brisa, no importa si nos despeina. Creo firmemente en el estado optimista de la mente. Al fin y al cabo la mente (el cerebro) es el centro del pensar y del sentir. Creo que todos preferimos tenerlo de buen humor, ¿no? 

El ajustar las velas es algo que te engrandece, un poco te humaniza y te aporta valentía. Yo intento ir ajustándolas aunque he de reconocer que a veces me quedo quieta y clamo a los mil demonios porque no me gusta lo que pasa a mi alrededor. No voy a disculparme por ello, porque cuando mi cerebro activa el botón de "ajustador de velas" me hace estar orgullosa de él. 

Lo curioso es cuando hay muchas cosas que no van como tú quisieras pero hay una que funciona sólidamente. Dicen que las experiencias son nuestras pequeñas cicatrices. Ninguna es en vano y ninguna es merecedora de ser olvidada. Cuando has estado en la tesitura de meter la pata de una manera alarmante, y has estado a un chasquido de perder algo muy valioso, tienes una capacidad enorme de valorar eso mismo que no has llegado a perder. Sabes lo que tienes, reconoces lo que es para ti. No piensas en lo diferente que sería todo, no piensas en lo que NO sería, no habría, no sentirías, no, no, no...: piensas en lo que SÍ es ahora mismo, en lo que representa, en lo que te llena, en lo que te hace feliz, y de verdad, el sentimiento es inexplicable. Es saber que el corazón puede dejar de latir pero que ahora mismo está latiendo. Es creer que las piernas pueden fallarte pero que aún trabajan con fuerza. Es pensar que los ojos pueden dejar de ver el mundo pero que todavía lo distingues con nitidez. Y coger todas esas bondades de la vida y degustarlas como si fuera la primera vez.

Cuando tienes lo que más quieres y recuerdas que podrías haberlo perdido... aprietas fuerte los puños y te obligas a sonreir, porque a ver, has tenido la oportunidad que no tiene nadie. Que la marea te lleve a donde tu quieras porque sólo tú sabes que las velas son tus decisiones. Ninguna ola puede llevarte a paradero no deseado. No esperes a que cambie el viento para que así cambie tu rumbo. Deja de esperar y agarra por el cuello la vida. Navega, sea como sea, pero nunca, jamás, te quedes esperando.

6 comentarios:

  1. "Marineros, ¡a la vida!": fantástica reflexión sobre el coraje de reaccionar y actuar a tiempo. Está muy bien. Y siempre lo que está muy bien es que está muy bien dicho. Un beso de felicitación a la autora. Alejandro D. A.

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  2. Hay veces que uno piensa que el llegar a ciertas cosas, situaciones, personas... es cuestión de casualidad, en cambio otras veces, el llegar ahí es algo que se ha estado forjando de un modo u otro hasta que te ha llevado hasta ell@s. Eso creo que me pasa con tu blog. No suelo leerte todos los días, hoy, por ejemplo, he encendido el ordenador y en la página principal de google chrome aparecen las pestañas de los sitios más visitados últimamente, iba a abrir una de ellas y veo que la última era tuya, sin pensarlo dos veces la he abierto y me he encontrado con este relato. Justo ayer fue uno de esos días en los que explotas y decides ajustar las velas y cambiar el rumbo, no sin antes quejarme del viento y esperar a que cambie mientras lloraba. Esta mañana me he levantado con otra actitud: vaciar mi mochila y llenarla de cosas más positivas y necesarias para mi viaje. Leerte ha sido justo el empujoncito que necesitaba para afirmarme en mi decisión... como siempre, gracias. Por eso, el haberte leído hoy, y que haya sido concretamente este relato, no ha sido una casualidad, si estabas en el menú principal y he preferido abrir tu página anteponiéndola a la que realmente debía leer al encender el ordenador era porque sabía que encontrarme con tus palabras era otra de las cosas que necesita en mi mochila. De nuevo, gracias.

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    1. No me des las gracias! Los momentos bajos volverán en un ciclo de "eterno retorno" pero lo importante es ser consciente de eso: que sólo son momentos. Un beso y ánimo, Anónimo.

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  3. Hay temas en los que estoy plenamente de acuerdo con lo que dices, porque sin discusión alguna, es así. Es cierto que en nuestra mano está el sentirnos mejor con nosotros mismos día a día y que eso no solamente es bueno para nosotros, sino que redunda también en nuestras personas cercanas. El optimismo contagia optimismo. Es lo más importante que transmites. Pero, sobre el egoismo en su justa medida y la mochila individual, estoy algo menos de acuerdo. En nuestra mochila debe caber no solamente lo nuestro, que no es poco, sino además ese poquito para cada uno de los seres que más apreciamos, igual que ellos guardan otro hueco destinado a nosotros. Ahí cabrían la amistad, generosidad, la educación, respeto y cariño. Por mucho que queramos y como seres sociales que somos, necesitamos de ello. Finalmente las frases célebres son como los horóscopos, que dependiendo de cómo queramos interpretarlos sirven para sustentar nuestra realidad o desmontarla. Pocas son las frases célebres que son irrevocables, universales, axiomáticas. De todas formas, no dejan de dar útiles consejos de una manera muy resumida.
    Aparte de eso, fantástico escrito. Enhorabuena.

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    1. Hola Anónimo 2 (llevo mal esto de la anonimia): gracias por tu comentario. Es cierto eso del carácter complejo de las frases célebres, tanto en la forma de entenderlas como de adoptarlas según nos convenga. Me gustaría aclarar que creo firmamente en la bondad, la generosidad y la solidaridad. Por tanto, no pienses que mi "teoría de la mochila" se refiere a que cada palo aguante su vela. Sencillamente me refiero a las cosas donde de verdad no tenemos que meternos porque está más allá de nuestro hacer, sea porque no es de nuestra competencia, sea porque quien tiene que ocuparse ya está en ello y debe, necesariamente, hacerlo solo. La típica frase "quién me mandaría a mí meterme en esto" refleja un poco lo que quería decir. Nos metemos a veces donde no debemos o donde no cabemos. Pero, ¿ayudar, echar una mano, tranquilizar, animar, estar pendiente? Eso SIEMPRE.

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  4. Hola, no te conozco y no juzgo tu persona, solamente aporto un punto de vista diferente sobre una argumentación. Estoy convencido que eres según matizas. Y, en el fondo, lo que escribo también sirve para mí. En mi caso si vaciara la mochila de algunas cosas para los demás y destinara ese hueco para mí, igual ahora sería más feliz.
    Sigue escribiendo. Mejor leer algo genuino y propio que no que ahora todo el mundo parafrasea sin imaginación alguna. T.Chacea

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