20 de mayo de 2011

La envidia de los dioses

"Los dioses nos envidian. Nos envidian porque somos mortales, 
porque cada instante nuestro podría ser el último, 
todo es más hermoso porque hay un final."


Le di al pause, anoté la frase en mi libreta y me quedé tumbada mirando al techo. Dejé la libreta sobre mi barriga y me acordé de cuando me enseñaban a respirar "con el diafragma" en las clases de música. Me enseñaban a respirar... Como lo siga pensando me agobio y empiezo a pensar que estoy respirando y no voy a poder respirar con normalidad. ¡Mierda! Tenía que pensar en otra cosa, otra cosa, otra cosa... Ya está: mi libreta. La recogí y la miré por fuera. Era bonita. Me la había regalado Teresa cuando me fui a vivir fuera con una recomendación/orden: ¡Escribe! 

Yo le dije: - No creo pero gracias, es preciosa.-

Cuando me doy cuenta de la cantidad de historias que tendría ya escritas... me arrepiento; no, no me arrepiento, me asombro. Uno no elige escribir: el escribir te elige a ti; de eso estoy cada vez más segura. - A mí no me gusta escribir Teresa, a mí me gusta pensar. Pienso mucho. - Teresa y yo teníamos grandes conversaciones, de esas que se tienen una tarde de invierno en cualquier bar o cafetería cuando intentas solucionar el mundo golpeándolo con ideas.

- ¿Te gusta pensar?, pues escribe lo que piensas. - siempre me decía.
- ¿Por qué no pienso en alto y alguien redacta mis neuras? -
- No creo que dejaras a nadie hacer eso porque le sacarías mil fallos, seguro. - Teresa removía el té que le acababan de traer. Yo pensaba que era cierto. Supongo que soy demasiado exigente.

El cuadernito no me había empujado a escribir mis cosas pero sí a anotar todas las frases, grandes frases que me impactaban o emocionaban de los libros que iba leyendo, de las películas que iba viendo... De todo lo que yo creyera digno de ser conservado. Así podría revivir esas frases siempre que quisiera; estaban en mi libreta y eran mías.

Releí: 

"Los dioses nos envidian. Nos envidian porque somos mortales, 
porque cada instante nuestro podría ser el último, 
todo es más hermoso porque hay un final."


¿Existirían los dioses? Me refiero a los dioses de la mitología. Zeus, Apolo, Afrodita, Narciso... 
Me vino a la cabeza el relato de Narciso que leí en "Las metamorfosis de Ovidio". Tenía vagos recuerdos pero la esencia de la fábula la recordaba bastante bien. Cogí el ordenador que tenía en reposo en la mesa bajita junto a la tele y lo encendí. En ese momento saltó el DVD y se apagó (lo había tenido demasiado tiempo en pausa). El ordenador se encendía y el DVD se apagaba, muy corteses cediéndose el turno. Total, tecleé en Google "Narciso", y me salió mi querida Wikipedia. Sólo leí el principio para refrescarme la memoria: 

"Tanto doncellas como muchachos se enamoraban de Narciso a causa de su hermosura, mas él rechazaba sus insinuaciones. Entre las jóvenes heridas por su amor estaba la ninfa Eco, quien había disgustado a Hera y por ello ésta le había condenado a repetir las últimas palabras de aquello que se le dijera. Eco fue, por tanto, incapaz de hablarle a Narciso de su amor, pero un día, cuando él estaba caminando por el bosque, acabó apartándose de sus compañeros. Cuando él preguntó «¿Hay alguien aquí?», Eco contenta respondió: «Aquí, aquí». Incapaz de verla oculta entre los árboles, Narciso le gritó: «¡Ven!». Después de responder: «Ven, ven», Eco salió de entre los árboles con los brazos abiertos. Narciso cruelmente se negó a aceptar su amor, por lo que la ninfa, desolada, se ocultó en una cueva y allí se consumió hasta que sólo quedó su voz. Para castigar a Narciso, Némesis, la diosa de la venganza, hizo que se enamorara de su propia imagen reflejada en una fuente. En una contemplación absorta, incapaz de apartarse de su imagen, acabó arrojándose a las aguas. En el sitio donde su cuerpo había caído, creció una hermosa flor, que hizo honor al nombre y la memoria de Narciso."
Puse en reposo otra vez el ordenador y lo dejé en el suelo. Retomé mi postura cómoda en el sofá y pensé en el hombre más guapo que mi mente pudiera imaginar... 


Algo me rozaba el cuello, me sobresalté y me incorporé. - Oye, que soy yo. ¿Cuánto tiempo llevas dormida? - miré a Diego que se había puesto de cuclillas para estar a mi altura. Sonreía arrugando los ojillos de un modo tierno y sexy a la vez. Yo acerqué mi mano a su barba de dos días y acariciándole le dije: - Pues no sé... desde que me puse a pensar en ti, supongo... 

1 comentario:

  1. Ohhh!!! qué romanticona!!! Yo también anoto frases de libros, películas y cuando me siento muy bien o muy mal cojo lo primero que pillo cerca y escribo como me siento, intento descubrir el porqué...

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