18 de mayo de 2011

LAS MARIPOSAS MEJOR POR EL CIELO

Volvía a casa atravesando la Plaza de los pintores. Cuando soñaba con vivir allí nunca habría adivinado lo que el futuro le deparaba. ¿Cuántas veces había despertado con esas preciosas vistas? Vivirlo era un sueño, su sueño. Y al poder realizarlo morían muchos otros, pero le daba igual.

Pensó en la noche que acababa de pasar. El sol despuntaba ya por el edificio de la esquina, repleto de balcones con macetas de todos los colores; Amaba ese sol, reconfortaba aunque era incapaz de proporcionar calor suficiente.

Mario andaba rápido, había sido una noche demasiado... reflexiva. "Pensar cansa" - pensaba. Laura estaría ya levantada; con esa carilla de recién despierta que le recordaba las primeras veces que había compartido el desayuno con ella. Cuando pensó en el tiempo que había pasado desde que ella y él estaban compartiendo sus vidas, sin haberlo decidido siquiera, sonrió.

Desde la escalera olía a café, el mejor aroma del mundo para Mario. Abrió la puerta con dificultad y premura. El moño de Laura asomó por encima del hueco/ventana que habían hecho para separar la cocina del salón. Esto había sido idea del hermano de ella, decía que así se aprovechaba la luz y permitía una conversación entre uno que cocinaba y otro que estaba en el sofá. - Pues ya podrían estar los dos cocinando - había dicho Mario. Pero lo decía en broma porque a él le encantaba cocinar, y más para Laura que se comía todo lo que él hacía como si se tratara de un manjar: - ¡Es lo más bueno que he probado nunca! - exclamaba Laura con los ojos como platos. - Siempre dices eso - respondía Mario con una sonrisa; porque ella siempre encontraba todo como "lo más, lo mejor...", extremista como pocas, para comérsela.

- ¿Dónde has estado toda la noche?, ¿Ya te has cansado de mí, no? - Laura sonreía, con su preciosa cara de dormida, sí.
- Roberto ha estado difícil...
- Pues si le has ayudado al menos que te pague; pareces su consejero sentimental.
- Soy su amigo, es lo que toca también y me gusta que estemos de nuevo unidos.

Ella subió los pies a la silla de madera y cruzó los brazos alrededor de sus piernas, como abrazándolas. Yo miraba el anillo que llevaba en el dedo índice de la mano izquierda, el que yo le regalé hace tanto tiempo y que ella conservaba como si de una joya se tratase.

- Dice que siente mariposas en el estómago.
- ¿Quién? - preguntó Laura.
- Roberto. Dice que cree que está enamorado y siente como si tuviera mariposas revoloteando en el estómago.
- Qué gilipollez... Si yo sintiera eso sería porque tengo ganas de vomitar... Mariposas en el estómago, qué tópico más absurdo Mario...

Hasta siendo tan brusca me gustaba; sería porque conocía todas sus facetas y ella podía permitirse ser como quisiera.

- Bueno, es cómo percibe él el estar enamorado. No para de pensar en ella. Cuando la ve se pone nervioso... Lo típico que te pasa al principio, cuando todo es inseguridad y figuración.
- A mí no me ha pasado eso nunca. - dijo Laura entre atónita y enfadada.
- ¿Cómo?, ¿entonces tú me veías a mí y te daba igual o qué? - sonreí porque sabía que ahora vendría una de sus teorías; ¡y cuánto me gustaban!
- Yo el amor, porque no hablo de enamoramiento que no es más que una enfermedad que no te permite ver lo que realmente es el otro, lo veo más como una novela. - comenzaba su relato sin pensarlo demasiado, iría improvisando y seguramente le llevaría a donde quería llegar: la suerte de la gente que sabe expresar y transmitir sus ideas y pensamientos de forma adecuada era esa. - Una historia de amor está llena de signos de puntuación, figuras retóricas, dibujos, capítulos, epílogos, segundas partes, finales...

Yo no podía parar de mirarla y ella ni se daba cuenta de que me iba fijando en todos sus detalles: se había hecho un moño rápidamente y tenía algunos mechones que le caían sobre el cuello y sobre la frente dándole un toque descuidado que le favorecía muchísimo. Llevaba cuatro días de vacaciones y ya estaba morena. No necesitaba ni una gota de maquillaje, ni colorete, ni antiojeras para camuflar imperfecciones. Estaba guapísima y a mí me encantaba mirarla, escucharla, sentir que yo era importante para ella. La admiraba tanto que no podía hacer más que dar las gracias a la vida por habernos unido en el camino. Me alegraba saber apreciar esta suerte y pensar a menudo en ella para no caer en la espiral del desamor.

Laura dio un sorbo al café con leche que aún seguía caliente, hizo un chasquido con la lengua como señal inequívoca de que seguiría su discurso en segundos... Yo estaba observándola, todo el tiempo, siempre.

- No sé Mario. Cuando una historia de amor comienza es como un libro que te engancha. Estás fascinado por ese inicio y eres consciente de todo lo que queda por delante. Normalmente no pensamos que nos vaya a defraudar. Vamos leyendo cada párrafo, pasamos capítulos, a veces nos aburre, luego vuelve a interesarnos. Cuando lo dejamos de lado, abandonado en la mesita de noche porque tenemos demasiadas cosas que hacer, empieza a deteriorarse esa relación lector/libro. Si queremos retomarlo debemos ir algunas páginas atrás para refrescarnos la memoria y saber porqué lo estábamos leyendo y qué nos estaba contando. Puedes dejarlo a la mitad o seguir adelante. Roberto es de los que siempre da preferencia a nuevas actividades y abandona la lectura, lo sabemos los dos. ¿Sabes por qué?

- Porque es un inconstante y cualquier cosa que lo ate lo aleja. - afirmé yo, que había aprendido a seguir los discursos de Laura a la perfección.

- Exacto. Si él siguiera leyendo vería que cada capítulo es nuevo. Que un punto puede ser un punto y seguido. Que las comas dan aire a cada frase, no son simples añadiduras.

Laura se levantó y se sirvió otra taza de café; esta vez sin leche. Su espalda tenía una marca que le habrían dejado las sábanas, como si fuera una cicatriz de haber dormido más de la cuenta. Yo tenía ganas de abrazarla pero preferí esperar el desenlace de su discurso.

- Yo creo que Roberto tiene miedo de ver que está llegando al final del libro y por eso los deja antes de darse la oportunidad de descubrir un gran final. Cada capítulo que pasa le recuerda que el final está cerca, que puede ser que no sea un final bonito, que puede ser un final horrible, un final que odiará.

- Bueno, pero entonces según tu teoría cualquier relación tiene un final, mejor o peor, pero termina. Porque aunque un libro tenga segunda o tercera parte no vamos a ponernos ahora a imaginar sagas imposibles...

- Claro que todas las historias de amor terminan Mario. Sólo que lo estás enfocando mal. ¿Quién ha dicho que la ruptura es el único posible punto final?

- Pues... es lo lógico, ¿no? Termina la relación. Punto final.

- Yo me atrevo a ir más allá... aunque puedo equivocarme. - a Laura se le iluminó la mirada. Noté que ella también quería abrazarme pero que se contenía para no dejar inacabada su teoría. - Sé, por ejemplo, que tú y yo tendremos un punto final, y que ese punto final sólo puede ser el adiós definitivo.

- ¿De qué hablas? - no me estaba gustando nada esa reflexión. O al menos eso creía.

- Mario, nuestra historia solo podrá cerrarse cuando muramos. La muerte será nuestro punto final.

En ese momento no sabía si sonreir, ella quería estar toda la vida conmigo, o si llorar, qué deprimente es el amor...

- Lo que pasa - añadí yo con los ojos vidriosos por la mezcla de sensaciones - es que tengo que morirme yo primero, ¿vale? No podría aguantar ese punto final yo solo; tú eres más fuerte y seguro que sabrías elaborar un precioso epílogo.

- Vale. - Y entonces fue cuando llegó por fin el abrazo.

3 comentarios:

  1. Cris, Enhorabuena! Menuda primera entrada...has dejado el listón muy alto para las futuras! Me ha encantado, que bonita snif snif
    Tengo el honor de ser tu primera seguidora jaja
    Un besote

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  2. Xuli, impresionante!!

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  3. Aysss pequeña floR! Me encanta el amoR, siempre que es correspondido claRo!. Es boniTo lo que escribes, me siento identificada siempRe... ays q soñadora soy!

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