7 de marzo de 2012

Tres días con Samuel Smiles. Día 2.

   Cuando perseguimos algo sin que exista una necesidad real de ese algo nuestro esfuerzo por conseguirlo es tan absurdo como echar monedas en una hucha rota. 

   A lo largo de mi vida me he encontrado en situaciones que ni buscaba ni necesitaba. En esos momentos en los que muchos estarían temblando sólo de pensar en las consecuencias que podrían presentárseles gracias a esa situación, yo miraba a mi alrededor y me veía claramente fuera de lugar. Si estaba ahí era por algo, sin duda, pero yo no había apuntado hacia esa diana. ¿Por qué me habían dado a mí esos dardos cuando yo ni quería ni pretendía jugar?

   La vida es como un pentagrama desobediente que coloca las notas sin conocer  las figuras ni las claves. Básicamente las coloca en cualquiera de sus cinco líneas y las hace desfilar una detrás de otra. Curioso que en ocasiones el resultado sea una preciosa melodía.

   Otras veces, se nos revela una luz al final de un túnel y, obcecados movemos cielo y tierra por llegar hasta ella. En ese recorrido, más o menos largo, tropezamos debido a la oscuridad cuando no nos están empujando otros anhelantes de luz.

   Lo que diferencia a unos de otros es el modo de caminar: unos gozan de un ritmo casi deportivo, otros prefieren ir con cautela: pasito a pasito, algunos impacientes corren hasta la extenuación, los más desmoralizados llevan un paso que podría compararse con el reptar de las serpientes... De ahí la importancia del cómo se llega a la meta. 

   Quizás estés pensando: - Yo me empeño a fondo. Hago todo lo posible para conseguir mis objetivos. Pero eso no tiene nada que ver porque por mucho que lo intente, a veces, no logro lo que me he propuesto.-

   Está claro que el esfuerzo empleado para alcanzar un determinado objetivo y el éxito obtenido en ese proceso no se relacionan en base a una proporción directa: ¿a más esfuerzo mayores logros? La experiencia nos demuestra que no.

   Pero también está claro que si piensas que no es tu culpa estás equivocado. Tú eres el responsable de tus actos, tu eres el responsable de llegar a tu meta o no llegar. Siempre hay un motivo detrás de una derrota. Las excusas tranquilizadoras, el "esta vez no ha podido ser", "no era mi momento"... no son más que tiritas en una herida profunda: no sirven para nada. 

   No os echéis encima de mí por este tipo de afirmaciones. Soy consciente de que la vida es injusta, de que lo bueno que aportemos no siempre nos devolverá lo que merecemos, de que si damos 100 quizás sólo recibamos 1 o nada. No hablo de eso. Hablo de que cojáis todas aquellas luchas "sin necesidad real" y hagáis con ellas lo mismo que el cerebro con los sueños: los desechéis. No porque no tengan importancia sino porque no se componen de un material real. 

   No desperdiciéis las monedas arrojándolas a una hucha rota. No esperéis el momento perfecto para descorchar vuestro mejor vino. Haced de cada historia una leyenda y de cada intento un premio. El que dijo que a la tercera va la vencida sólo lo intentó tres veces antes de ganar. No pongas límites a tu coraje porque es posible que al vigésimo sexto puntapié metas el gol de tu vida.


La razón por la que tan poco se logra es generalmente porque se intentó poco.
Samuel Smiles.

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