14 de noviembre de 2012

La Materia Gris del Corazón - Último capítulo



     Supongo que esperáis un final. Al menos un "a continuación"... pero lo siento, no puedo daros algo que no está en mi mano; quiero decir que prácticamente desde el comienzo de mi historia habéis sabido que finalmente ella y yo tomábamos rumbos diversos. Me gustaría, de verdad, deciros que ella me vio en aquella sala y vino corriendo hacia mí como si de una película de Anne Hathaway se tratase, pero la realidad no siempre supera a la ficción,  y después de todo no me quejo de los finales que se alejan del "Happy Ending" que siempre esperamos en lo mas profundo de nuestro ser.

            Deseamos un final feliz para todas las historias porque si las cosas terminan bien en la vida de otro, ¿por qué no lo harán en la nuestra? Necesitamos creer que existen estos finales para no perder la fe en nuestro posible final feliz, el que esperamos a cada paso que damos en nuestro camino.

            Os ofrezco una alternativa: imaginad vuestro final, aunque sea un final digamos a corto plazo o provisional. Ese final, vuestro final, no solo os dará libertad, sino que nos estaréis liberando también a nosotros de sufrir un "a continuación..." que se queda cerrado, un "a continuación" que no deja puertas abiertas, que nos encierra inevitablemente en uno de esos vagones de tren de los que no podemos escapar.  Siempre me ha gustado más el desarrollo - con sus comas y sus puntos y aparte- que el maldito fin con su obligado punto final. Hay que disfrutar del durante porque es donde todo tiene sentido, el durante es cambiante y nos hace sentirnos vivos, el durante es el único tiempo que existe aquí y ahora.

            Ella me hizo sentirme plenamente vivo, y por eso no quiero castigar nuestra historia con un final; porque los sentimientos no tienen fin. ¿Cómo van a tenerlo si son un continuo nudo incapaz de llegar a un desenlace? 

            Después de todo, el motor que ha hecho posible esta historia fue desde el principio la melancolía. “La melancolía es la felicidad de estar triste”… Esta tristeza feliz me hace, de cuando en cuando, perder la vista, el oído, el gusto, el olfato y el tacto.   

            Cuando pierdo mis sentidos es cuando puedo apreciar a un nivel máximo esta profunda tristeza; allí, en ese estado soy indestructible. Me siento como esos brujos que están destinados a morir en la hoguera pero no tienen miedo, no tienen deudas que pagar ni tampoco ganas de luchar contra lo que les espera. No me importa ganar o perder, no me importa porque tanto la victoria como la derrota me hablan de vida. Se gana o se pierde cuando te juegas algo. Hay que jugársela, sin miedo; porque de todas formas, en las historias de amor no hay ganadores o perdedores, normalmente se llega a una derrota compartida, una mitad la carga uno y la otra mitad se la queda el otro.

            Absorto, lejos de mis sentidos, estoy con ella, estoy en nuestra historia, estoy sin estar, y en esta dualidad soy yo mismo, yo mismo viviendo con un corazón, que valiente o cobarde, no ha aprendido a olvidarla, no porque no pueda, sino porque nunca ha querido.

3 comentarios:

  1. Esta autora, K., es una mujer sabia entre las sabias. Parece que haya vivido varias vidas y de todas haya extraído un poso, un conocimiento. Sobre el amor y las pasiones humanas sabe lo indecible. Jorge Luis Borges le daría la razón. En este verso de él, lapidario, ya lo dijo: "¿Quién dice que se olvida? No hay olvido" El texto de K. tiene un título genial y la fluidez de ideas que uno pide a la buena escritura.

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    1. Anónimo, muchas gracias por tu crítica. En este caso salgo bien parada y me da un gran empujón para seguir escribiendo y creando mis "realidades". Un abrazo.

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    2. Ah, ¿pero me has reconocido, niña de los ojos violetas? Otro abrazo de este Aleanonymus

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